Wolfenstein: The Old Blood

Todavía recuerdo, a mediados del año pasado, divertirme al jugar Wolfenstein: The New Order con ojos bien abiertos y una amplia sonrisa. Sentir un impacto en el pecho por las diferencias de la lucha contra los Nazis en los últimos 20 años, en general para bien. Pero también recuerdo vender mi copia del juego una vez terminado, al par de semanas, sin mirar atrás.

En la situación de cualquier otro juego, este sería el fin de la aventura. Cualquier capítulo extra que lanzaran, cualquier DLC, dejaría de involucrarme después de haber liberado aquel disco a la naturaleza. Por suerte, el caso de Wolfenstein se va convirtiendo en costumbre: su DLC no es DLC.

“Cine de terror clásico: entendieron todo.”

Wolfenstein: The Old Blood es una expansión del juego lanzado hace un año. Extiende su duración, ofrece más y nuevas armas, y funciona un poco a modo de precuela. Pero lo importante es que uno no necesita tener ese juego original, sino que esta aventura vale por sí sola.

Al ser autónoma, entonces, no funcionaría tanto como una expansión sino más como su propio juego que, por menos de la mitad de lo que costaría un producto normal, logra entregar una cantidad sustanciosa de experiencias alocadas. Sin duda vale la pena el precio de entrada.

Contamos con los casos de DLC más tradicional como Bioshock Infinite o The Last of Us, que fuerzan a conservar las copias del juego. Por un precio módico incluyen otra historia orientada a cualquier fanático con ganas de consumir un poco más dentro de este mundo. Conocer a los personajes en profundidad, averiguar qué pasó con ese escenario después de la trama, vivir otra historia en aquellos zapatos.

Es precisamente con lo que cumplen, y es precisamente por eso que es obligatorio haber completado el juego en primer lugar. Estos DLC carecen de impacto si se los juega de forma aislada.

Por otro lado, los Stand-Alone (autónomos) ofrecen otra clase de oportunidad. Sin la necesidad de haber comprado el juego original, el público al que logra acceder es mayor. Al tener poca relación con la trama principal, puede contar su propia historia y tomarse menos en serio. Con una duración más corta y con herramientas que se pueden reciclar de lo ya realizado, son menos las horas que deben invertir los desarrolladores. El producto final, entonces, acaba siendo mucho más saludable por múltiples frentes.

Ya se han hecho payasadas así antes

Más importante, esto implica que pueden divertirse con los conceptos. Red Dead Redemption aprovecha su expansión, Undead Nightmare, para incluir zombies en el lejano Oeste. Far Cry 3 ambienta la suya, Blood Dragon, en un futuro donde los años 80 nunca terminaron y todo está hecho de neón. Una vez que el juego original ya fue terminado, pulido y lanzado, estas aventuras autónomas son donde los desarrolladores usan todos aquellos elementos de formas ridículas, casi en broma. Son la excusa para dejar las responsabilidades a un lado y reírse un poco.

Existe también el caso de Saints Row IV, que comenzó siendo DLC para el juego anterior y alcanzó un punto en que se había vuelto demasiado delirante para ser sólo una expansión. Acabó volviéndose una entrada aparte, con su propia numeración y todo, donde el protagonista deja de ser un mafioso callejero para volverse presidente de los Estados Unidos y luchar contra las fuerzas alienígenas dentro de una simulación de computadora. Esas son las aventuras que sólo pueden proponerse en una secuela, una vez que la norma fue planteada. Antes de cruzar la línea de lo absurdo, ésta debe dibujarse en primer lugar.

Wolfenstein: Old Blood no viene a proponer novedades sino a confirmar la dirección en la que avanza el DLC. Es tonto, pero no muy tonto. Es breve, pero no es corto. Se sitúa antes de incluso la primer misión, por lo que sabemos cuál es el resultado final: lo que importa no es el destino, sino el recorrido. Por esta clase de enfoques es que las historias autónomas logran funcionar. Pueden exisitir en el vacío.

Left Behind, la precuela de The Last of Us, por otro lado, se arrepintió y pretende volverse autónoma. Con todo lo mencionado, no sé si tiene sentido realmente, pero tendremos que ver qué tal funciona. Después de todo, no la puedo jugar desde que presté mi copia del juego.